Sábado 5 de Septiembre

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Fuiste hecho para la familia de Dios



Bienvenido a la sesión dos de nuestro estudio “Descubriendo el propósito de Dios”. ¿Sabías que estás hecho para mantener relaciones? De hecho, Jesús una vez resumió la Biblia entera en dos principios: amar a Dios y amar a otros.

La semana pasada vimos el primer propósito: Amar a Dios, que vendría a ser Adoración.

I. INTRODUCCIÓN

En esta sesión, veremos el segundo propósito de Dios para tu vida: amar a otros. Dios es amor y quiere que aprendas a amar así como Él lo hace, por eso creó un laboratorio en la Tierra donde podemos practicar el aprender a amarnos unos a otros. Ese lugar es llamado la Iglesia y el deber de aprender a amarnos los unos a los otros se llama compañerismo.

La vida cristiana implica mucho más que solo creer: también significa pertenecer.

Dios quiere que seas parte de Su familia, la Iglesia. En nuestros tiempos juntos estaremos viendo como puedes construir tipos de relaciones que proveen compañerismo profundo, satisfactorio y significativo con otros.

La palabra griega para definir compañerismo en la Biblia es la palabra koinonia, que significa estar comprometidos unos a otros como lo estamos con Jesucristo. De esto se trata el verdadero compañerismo.

¿Cómo experimentamos compañerismo genuino, relaciones significativas y una conexión profunda con otras personas? Afortunadamente, la Biblia nos dice específicamente.

Pablo escribe en 1 Timoteo 3:14,15 (NVI) “Escribo estas instrucciones para que… sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente….”

Versículo para memorizar: “Por tanto, si sienten algún estimulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento”. Filipenses 2:1-2

Desde hace mucho tiempo, antes de la creación del mundo, Dios ya te tenía en sus planes, antes de que nacieras te formo para permanecer en su familia, para amarlo, honrarlo y reinar con Él para siempre.

Cuando depositamos nuestra fe´en cristo Dios se convierte en nuestro padre y nosotros en sus hijos, y los demás creyentes se convierten en nuestros hermanos.

Con el bautismo confirmamos ante la iglesia que nos hacemos parte de la familia de Dios, declaramos nuestra fe y compartimos la sepultura y resurrección de cristo, representa nuestra muerte a la vieja vida y anuncia nuestra nueva existencia en Cristo. Es como el anillo de bodas: una señal visible de un compromiso interno hecho en el corazón. Es un acto de iniciación, no algo que podamos postergar hasta que nos consideremos espiritualmente maduros.

La única condición bíblica para bautizarse es que hay que creer.

¿Te bautizaste? Sino lo has hecho aun, podes dar el paso de fe en el próximo bautismo de la congregación. Habla con tu pastor o líder espiritual para que te asesore más profundamente.

Fuiste hecho para pertenecer a la familia de Dios.

No importa lo que diga, lo que crea o lo que haga, sin amor estoy en quiebra.

En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio.

¿Es fácil perseverar en esta familia?

Como en toda familia no es fácil, debemos aprender a amarnos y relacionarnos como tal.

Dios nos compromete a estar en unidad, Dios quiere que amemos a todos, pero está interesado en especial que aprendamos a amar a los miembros de su familia, porque Dios quiere que su familia sea fundamentalmente conocida por el amor que manifiesten entre sí.

El mejor uso de la vida es amar.

El amor debe ser tu prioridad, tu objetivo, y tu mayor ambición.

Pertenecemos al cuerpo de cristo y cada uno es parte de un miembro de su cuerpo, asi como un cuerpo depende de sus miembros, esta familia depende de cada miembro de su iglesia.

Las relaciones tienen prioridad sobre todo lo demás. ¿Por qué?

. La vida sin amor no tiene sentido.

Cuatro de los diez mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios, mientras que los seis restantes tratan de nuestra relación con las personas. Posteriormente Jesús resumió lo que mas le importa a Dios en dos afirmaciones: amar a Dios y amar a los demás.

Lo que mas importa en mi existencia son las relaciones y no los logros o la adquisición de bienes.

Entonces: ¿Por qué le prestamos tan poca atención a las relaciones?

. El amor durara por siempre.

Aprender a amar debe ser el objetivo de la vida ya que será la norma que Dios usará para evaluarnos en la eternidad. Una de las maneras que Dios utiliza para medir la madurez espiritual es la calidad de nuestras relaciones. En el cielo Él no nos pedirá que le contemos sobre nuestra carrera profesional, nuestras cuentas bancarias y nuestros pasatiempos, sino que revisara como tratamos a otras personas.

Cuando nos transfieran a la eternidad, dejaremos todo detrás. Lo único que llevaremos encima será nuestro carácter.

Con esto en mente, te sugiero que cuando te despiertes todas las mañanas, te arrodilles junto a la cama o te sientes en el borde de la cama, y ores: “Dios, haga lo que haga hoy, quiero asegurarme de dedicar tiempo a amarte y amar a los demás: mi vida consiste en eso. No quiero desperdiciar este día”

¿Porqué habría Dios de darte otro día si no lo vas a aprovechar?

Es posible evaluar la importancia que le asignamos a algo considerando el tiempo que estamos dispuestos a dedicarle. ¿Quieres conocer las prioridades de tu vida? Fíjate en como usas el tiempo.

Es posible dar sin amar, pero no se puede amar sin dar… Amar es entregarse; dejar de lado mis preferencias, comodidad, objetivos personales, seguridad, dinero, energía y tiempo para el beneficio de otra persona. El mejor momento para amar es ahora.

La importancia de pertenecer a una congregación local

En la Biblia no hay ningún ejemplo de santos solitarios o ermitaños espirituales aislados de otros creyentes y privados de la comunión.

Aunque nuestra relación con Cristo es personal, la intención de Dios no es que sea privada.

En la familia de Dios estamos conectados con todos los demás creyentes, y nos pertenecemos mutuamente por la eternidad.

Seguir a Cristo implica participación, no solamente creer.

Somos miembros de su cuerpo: la iglesia. C.S. Lewis señaló que la palabra miembro tiene origen cristiano, pero que el mundo la ha vaciado de su significado original. Los comercios ofrecen descuentos a sus miembros y los publicistas usan los nombres de sus miembros para crear listas de correspondencia. En muchas iglesias, la membrecía suele reducirse a agregar su nombre a un registro, sin más requisito ni obligaciones.

Para Pablo, ser “miembro” de la iglesia significaba ser un órgano vital de un cuerpo con vida, una parte indispensable y ligada al cuerpo de Cristo. Necesitamos recuperar y poner en práctica el significado bíblico de “Ser miembro”.

La iglesia es un cuerpo, no un edificio; es un organismo, no una organización.

Para que los órganos de tu cuerpo cumplan su propósito, deben estar conectados al cuerpo. Lo mismo es cierto en tu caso, como parte del cuerpo de Cristo. Dios te creó para desempeñar un papel específico, pero si no te vinculas a una iglesia viva y local, te perderás el segundo propósito de tu vida. Fuera del cuerpo, los órganos se secan y mueren. No pueden sobrevivir solos; nosotros tampoco. Por ese motivo, el primer síntoma del enfriamiento espiritual suele ser la asistencia irregular a las reuniones de adoración y otros encuentros de creyentes. Cuando descuidamos la comunión, todo lo demás también se va a pique.

La Biblia llama a la iglesia “la esposa de Cristo” y “el cuerpo de Cristo”

No me puedo imaginar diciéndole a Jesús “te amo, pero no me gusta tu esposa” o “te acepto, pero rechazo tu cuerpo”. Sin embargo, eso es lo que hacemos cuando le restamos importancia, menospreciamos o nos quejamos de la iglesia.

Es triste ver que muchos cristianos usan la iglesia, pero no la aman.

El nuevo testamento da por sentado que los creyentes eran miembros de una congregación local.

En la actualidad, el individualismo independiente de nuestra cultura ha creado muchos huérfanos espirituales: “creyentes conejos” que saltan de una iglesia a otra sin identificarse, sin rendir cuentas ni comprometerse con ninguna.

Dios nos ofrece muchas razones para justificar la necesidad de estar comprometidos y activos en la comunión.

Ser una familia eclesiástica te permite identificar como creyente genuino.

Ser una familia eclesiástica te aparta del aislamiento egocéntrico.

Ser una familia eclesiástica te ayuda a mantenerte en forma espiritualmente.

No podrás madurar si sólo asistes a las reuniones de adoración y eres un espectador pasivo. Sólo podemos mantenernos en forma si participamos en toda la vida de la congregación local.

El Nuevo Testamento emplea más de cincuenta veces la frase “unos a otros” o “unos con otros”. Se nos manda amar, orar, alentar, amonestar, saludar, servir, enseñar, aceptar, honrar, llevar las cargas, perdonar, someternos, comprometernos y muchas otras tareas mutuas y recíprocas. ¡Esto es membrecía bíblica! Estas son tus responsabilidades familiares que Dios espera que cumplamos por intermedio de la congregación local.

¿Con quien estas cumpliendo estas obligaciones?

La congregación local es el lugar que Dios ha provisto para descubrir, desarrollar y usar tus dones. Es posible que además tengas un ministerio más amplio, pero eso es un agregado al servicio del cuerpo local. Jesús no prometió edificar tu ministerio; sino edificar su iglesia.

Cuando Jesús caminó sobre la tierra, Dios obró mediante el cuerpo físico de Cristo; hoy usa su cuerpo espiritual. La iglesia es el instrumento de Dios sobre la tierra.

La familia eclesiástica evitará que te apartes.

¿Tendremos conflicto con los miembros?

Por supuesto que sí, Dios nos ha hecho diferentes. Unos con más habilidades a otros con menos, diferente manera de pensar, diferencia de carácter, al hablar y conducta, tenemos muchas diferencias y por causa de todas estas diferencias habrá problemas entre nosotros.

Durante los conflictos, serás tentado a quejarte.

Nos comprometemos a negarnos a escuchar chismes, rumores. Si prestas atención a los chismes, Dios te llama alborotador, esto no es bueno, pone en división a su familia.

Debemos enfocarnos en lo que tenemos en común no en las diferencias, compartimos un Señor, un cuerpo, un padre, un Espiritu, una esperanza, una fe, un bautismo y un amor. Compartimos la misma salvación, la misma vida y el mismo futuro. En estos asuntos es en lo que debemos enfocarnos, no en nuestras diferencias personales.

Que nada te atemorise, Dios ira tratando con nuestro carácter y de seguro Él ya lo esta haciendo.

Él trabaja con nosotros todos los días, para ir logrando su propósito de poder lograr la unidad de su familia.

Así como Él es uno con el padre el quiere que su familia, su iglesia sean uno, si Él lo dijo ¡es posible lograrlo!

Así que manos a la obra, comencemos orando unos por otros, fortaleciendo al que esta débil, animando al que esta desanimado y escuchando al que nesecita ser escuchado.

Debemos apoyar a los pastores y lideres de nuestra congregación, ellos son los que Interceden por todos ante Dios para mantener la unidad de su iglesia.

La Biblia es clara con respecto a la manera en que hemos de relacionarnos con los que nos sirven:

Respondan a sus lideres pastorales. Escuchen su consejo. Ellos están alertas a la condición de sus vidas y obra bajo la supervisión estricta de Dios. Contribuyan al gozo de su liderazgo”. Hebreos 13:17

Un día los pastores estarán delante de Dios y rendiran cuenta de cuán bien velaron por ti. Ora mucho por ellos, de seguro necesitan de tus oraciones.

Pero tu también eres responsable, tendrás que rendir cuentas a Dios de cuan bien los seguiste a ellos.

Dios valora las relaciones porque Él es amor. Es relacional por naturaleza.

Pregunta para reflexionar:

¿Qué estoy haciendo particularmente para proteger la unidad de la familia de mi iglesia?


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